Recuerdo que
durante mi niñez tuve que compartir muchas cosas con mis tres hermanos; Jesús, el mayor, era el
primero en estrenar, después Mario, luego yo (Enrique) y al ultimo
Gerardo. Pobre de el todo llegaba a sus manos en condiciones de “mejor tírenlo
ya”. Compartimos cualquier cantidad de objetos personales que se pudieran
heredar: cama,
tenis, suéteres, pantalones, chamarras, ropa interior, etc.
Cuando
llego el momento de ingresar a la secundaria, yo con ansias esperaba, de
parte de Mario, un portafolio marca “samsonite”. Era de color gris claro, de un
material similar al plástico sumamente
duro y resistente. A pesar de estar todo raspado y tener quemaduras de cigarro
para mí era lo máximo.
¡Que felicidad ir
a la secundaria!
Escribir
todo con mayúsculas. No eres niño, no eres joven. Crees ser adulto, mejor
dicho, quieres ser adulto, sin embargo aun no comienza la pubertad.
Para esta nueva
aventura, quería comprar unos anteojos transparentes y parecer todo un
ejecutivo, aunque con agujeros en los zapatos, el pantalón re-cosido por todas
partes, el suéter roto y desde luego el portafolios.
Como fuera, me
sentía muy importante.
Para algunas
cosas no teníamos que esperar tanto para poderlas compartir, este fue el caso de una flauta.
En la educación
media superior coincidí con mis hermanos; Mario y Teresa. Así, según
nuestro horario nos turnaríamos este instrumento.
La clase de
música la tendría los martes y jueves, después del receso, impartida por el profesor Hugo Pedro Grassie
Galván. Un hombre de unos 38 años, delgado, sumamente blanco, ojos negros y
rasgos faciales casi femeninos, 1.85 mts, labios siempre rojos que resaltaban
una radiante sonrisa, además, siempre
vestía un pantalón negro, camisa blanca y zapatos negros. Simplemente…
im-pe-ca-ble.
La primera vez
que vi un cuaderno pautado pensé --¿Para qué es esto? ¿Aquí como
voy a escribir ?-- Las incógnitas pronto se despejarían…
Así por fin
llego el día de la primera clase, con mi flauta en la mano, el cuaderno bajo el
brazo y las dudas por resolver, mis
compañeros y yo, nos dirigimos al salón de música.
Al llegar observe seis hileras de bancas y cada una de estas tenia un numero, el maestro nos indico que según el numero de lista ese seria nuestro lugar. Una vez en instalados, con una voz recia pero aterciopelada se presento así mismo;
Mi nombre es Hugo Pedro Grassie Galván, voy a impartir la clase de música por favor guarden silencio y escuchen…
Se levanto de su escritorio, camino hacia el piano que se encontraba en una esquina del aula, levanto la tapa que cubre el teclado y comenzó a tocar. De la expectación pasamos a la tranquilidad, al asombro y luego al éxtasis.
Al llegar observe seis hileras de bancas y cada una de estas tenia un numero, el maestro nos indico que según el numero de lista ese seria nuestro lugar. Una vez en instalados, con una voz recia pero aterciopelada se presento así mismo;
Mi nombre es Hugo Pedro Grassie Galván, voy a impartir la clase de música por favor guarden silencio y escuchen…
Se levanto de su escritorio, camino hacia el piano que se encontraba en una esquina del aula, levanto la tapa que cubre el teclado y comenzó a tocar. De la expectación pasamos a la tranquilidad, al asombro y luego al éxtasis.
Con una ejecución impecable de la sonata
“claro de luna” de Beethoven, este peculiar hombre, se gano nuestra admiración
y sobre todo el respeto. Fue el único maestro que jamás se le puso apodo
alguno. Además, su método de enseñanza era a prueba de tontos, es decir, no
existió alumno que no aprendiera. El nos introdujo al maravilloso mundo de la
música; Do, re, mi, fa, sol, la, si. Según nos dijo, las notas, son el a, b, c,
de la música, así de sencillo. Fácilmente nos enseño a leer y a escribir las partituras
musicales; ahora sabía como usar el cuaderno.
Cada que nos
enseñaba una nueva canción nos daba una breve explicación de la
misma; autor, lugar y año, además de ejecutarla antes de que nosotros la
aprendiéramos. Creo que así aumentaba el interés en nosotros.
Una pieza que se
convirtió en una de mis favoritas fue “La Bikina”…
Según nos conto,
en una soleada tarde de
playa en Acapulco, el compositor mexicano “Rubén Fuentes” paseaba su
mirada entre las bañistas de apretados bikinis. El sol rayaba el todo lo alto,
a su lado, su hijo Alejandro y a escasos metros su entonces esposa, la actriz
“Martha Roth”. Ansiaba el compositor tomar algo refrescante, pero recibía un
arsenal de preguntas de su heredero. Transcurría el año 1964 y era la primera
vez que su hijo veía el mar y sus pies gozaban de la cálida arena.
El menor, acostumbrado siempre a ver a las mujeres de vestidos largos,
observó a estas, en diminutos trajes y le preguntó a su padre porqué llevaban
tan poca ropa, este, le explicó que iban con un traje llamado “bikini”,
pero el niño le comentó que tratándose de mujeres debía llamarse “Bikina”. El
cadencioso paso de una mujer de la que Fuentes no le desprendió la vista y el
nombre que le dio su hijo dieron pie a una de las más hermosas canciones: “La
Bikina”…
Otra versión indica que “La Bikina” está inspirada en una leyenda de la
época de los Cristeros, que supuestamente ocurre en el Estado de Jalisco, en un
pueblo encerrado entre Los Altos.
“En una noche de tormenta, cruzó por el espacio un lucero luminoso,
que fue a chocar contra la cima de un monte, un campesino que había seguido la
trayectoria del meteoro, corrió hasta donde supuestamente se había estrellado y
cuál fue su sorpresa al ver que en el lugar se hallaba una recién nacida
abandonada a su suerte.
El indígena la recogió y la llevó a su choza, su mujer la atendió
cariñosamente, inclusive la amamantó, ya que acaba de ser madre apenas hacía
dos meses. Pasaron los días y el campesino fue a contar al Padre lo que había
ocurrido, pues quería un consejo para resolver qué hacer con la pequeñita,
inclusive tenía miedo de que lo acusaran de robo o algo parecido.
El sacerdote decidió anunciar el hecho por si alguien sabía sobre los
padres de la niña, pero no hubo respuesta alguna, en vista de lo cual, la
depositó en un convento cercano con las madres Carmelitas.
La niña creció entre las monjas y cada día sus ojos azules resaltaban más
ante la negrura de su cabellera, se iba tornando de una extraña belleza, le
habían bautizado con el nombre de Carmen y se dedicaba a las labores propias
del lugar, pasó el tiempo y un día la paz del apacible convento se vio alterada
por un tiroteo feroz, las monjas corrían por los jardines y trataban de
esconderse sin encontrar donde, de pronto cayó la superiora por un tiro en la
cabeza cuando trataba de impedirles el paso.
Carmen, resultó el blanco de los hombres, que al verla se quedaron
prendidos de su belleza, uno la tomó en vilo y la sacó del lugar y se la llevó.
Era el capitán Humberto Ruiz. La chica estuvo inconsciente durante días, la
fiebre hizo presa de ella, era su estado emocional lo que la tenía tan
desgastada, encerrada 17 años, sin saber de la vida y de pronto había sido
ultrajada, sin entender siquiera qué le había ocurrido, sólo sabía que prefería
morir antes que seguir aquel martirio y como una defensa a la naturaleza,
permanecía inerte.
Despertó por fin y lo primero que vio fueron los ojos de Ruiz, quien le
devolvió una sonrisa al verla volver en sí, ella trató de incorporarse y él no
se lo permitió, le trajo agua y con dulzura le limpió la frente con un pañuelo,
así estuvieron por días, él amable, atento y servicial, no la tocaba mas que
para acomodarle la almohada o para darle de comer y asearla un poco, no hubo el
menor diálogo entre ellos, se diría que no existían las palabras, el intentó
romper aquel silencio, pero parecía muda.
Pasaron 3 estaciones y llegó el invierno, el capitán la cargó y la llevó a
otro lugar más acogedor, allí ante las llamas de una chimenea campestre, le
besó las manos y llorando le pidió perdón, salió dejándola sola para siempre.
Carmen olvidó su nombre y todo lo relacionado con su persona, alguien le
puso “La Bikina”, caminó por varios pueblos y haciendo trabajos domésticos se
mantenía, ningún hombre podía acercársele, respondía como una fiera ante
cualquier insinuación y se daba a respetar, pero intrigaba su soledad y su
mutismo, el destino la puso nuevamente frente a Ruiz y en esta ocasión, ella le
sonrió, no le dijo nada, pero aceptó caminar su mismo rumbo.
Vivió una noche de amor incomparable y ya para el amanecer salió del lugar
subió a la montaña y como la última estrella de anochecer se perdió en el
firmamento”...
Así con este tipo de enseñanzas maravillosas, Hugo Pedro Grassie Galván,
transformo mi vida e hizo que naciera en mí una gran sensibilidad hacia la
música, que dicho sea de paso, me ha acompañado en muchos episodios de mi
vida.
Todo esto lo viví con mis hermanos y hoy con cariño lo comparto contigo…
Treinta años después aun recuerdo a mi maestro “Hugo Pedro Grassie Galván”
lo hago con profunda admiración y absoluto respeto.
Gracias por todo maestro, muchas gracias, en donde quiera que este
usted.
Y por cierto…
A “La Bikina” la llevo grabada en un lugar especial en mi
corazón.
¿La quieres escuchar? http://www.youtube.com/watch?v=NCvJwzDQTBM&feature=related
Saludos, yo tambièn recuerdo con mucho cariño al maestro Hugo, un magnìfico maestro y un hermoso ser humano, cambio mi visiòn de la vida y por el amo la mùsica. Es grato coincidir con alguien que tambièn tiene recuerdos de este gran maestro.
ResponderEliminarespero que hablen del mismo maestro hugo grassie, ya que cuando hiba a la secundaria haya por los inicios de los años 80s, en una secundaria del municipio de tlalnepantla estado de mexico, me toco la fortuna de tener como maestro de musica a este gran señor, pulcro y educado, pero muy comprometido con los jovenes de inculcarnos el gusto por la musica, siempre tenia una sonrisa para cualquiera, que infundia alegria y confianza, asi como un gran respeto ganado a pulso, un virtuoso en el piano, transmitia la pasion de lo que interpretaba con esos melodiosos acordes, que le hacian el dia a cualquiera, siempre me e preguntado de que fue lo que paso con el maestro hugo, ya que de jovenes, no siempre tiene uno la cualidad de reconocer a una excelente persona,si no al paso del tiempo te das cuenta que sus enseñansas no fueron en vano, ya que a travez de mi vida, me ha servido mucho lo que el maestro hugo sembro en mi como persona, ojala todavia existan muchos maestros como el maestro hugo, ya que sus muy particulares cualidades como persona, siempre lo distinguieron como un ser humano excepcional, y despues de unos años, me dio curiosidad de que habia sido de mis maestros y de mi escuela, la cual al visitarla ya habia cambiado de nombre, y ninguno de mis maestros que tuve, en ese tiempo, daba clases ya, gracias a este escritor aficionado, tengo la fortuna de recordar la mejor epoca de mi adolecencia, y sobre todo que con algunas palabras o anecdotas se rinda tributo a el inolvidable maestro hugo grassie galvan, y espero que alguna vez alguno de sus alumnos le halla hecho saber que sus enseñanzas formaron buenos hombres y mujeres, concientes, sencibles y con valores, gracias por todo lo que me enseño mi querido maestro hugo, lo aprecio mucho de verdad
ResponderEliminarApreciable amigo efectivamente como tus letras lo dicen es la misma persona. Un hombre ejemplar y que marcó nuestra juventud. Tal vez y hasta nos conocimos... Búscame en FB como Enrique Santillán Cisneros ( escritor aficionado)
EliminarHola, mucho gusto, necesito conseguir la música o la partitura del tema TU SONRISA, al parecer compuesta por el maestro HUGO G GALVAN... Si fueran tan amables, me psan algun link donde la pueda oir? En youtube no la pude encontrar... La letra comienza con: "HOY TU SONRISA...." Gracias patomotta@yahoo.com.ar
ResponderEliminar¿Ya conseguiste la música de "Tu sonrisa" del Mtro. Grassie y del Mtro. Rodolfo Ascencio? Si aún no la tienes escríbeme a : ctanoranzas@yahoo.com.mx Por correo electrónico te la envío completa. Saludos.
EliminarHola, soy el maestro de música al que han hecho referencia en forma por demás amable y elogiosa. Me da un inmenso gusto el saber que lo que sembré hace tantos años dio buen resultado en mis queridos alumnos. Yo trabajé en la Secundaria 108 de la Ciudad de México y después en la Secundaria 131 de Tlalnepantla, así como en la ESTIC 37 y finalmente en la ESTIC 38 del mismo municipio.Tengo muy buenos recuerdos de esos maravillosos años tanto de alumnos como de compañeros maestros y directivos. Con gusto les envío un muy caluroso saludo, esperando que se cumplan todos los sueños que tuvieron cuando eran adolescentes y que seguramente siguen teniendo. Un abrazo.
ResponderEliminarProfesor, que gusto saber de usted! Soy Ana Elizabeth Acevedo. Yo fuí su alumna en la 131 y después lo volví a ver en la Escuela Nacional de Música, donde estudié el propedéutico. Me alegra mucho que esté bien, y créame, todos los excompañeros lo recordamos con verdadero cariño y admiración! Algo que recuerdo mucho es una canción que usted nos enseñó que se llama "Si vas para Chile", pero aunque la he buscado, nunca he podido encontrarla, ni siquiera en Youtube 😔 Aunque eso no importa, porque la recuerdo completa!! Dios lo bendiga, maestro!!
EliminarProfesor, que gusto saber de usted! Soy Ana Elizabeth Acevedo. Yo fuí su alumna en la 131 y después lo volví a ver en la Escuela Nacional de Música, donde estudié el propedéutico. Me alegra mucho que esté bien, y créame, todos los excompañeros lo recordamos con verdadero cariño y admiración! Algo que recuerdo mucho es una canción que usted nos enseñó que se llama "Si vas para Chile", pero aunque la he buscado, nunca he podido encontrarla, ni siquiera en Youtube 😔 Aunque eso no importa, porque la recuerdo completa!! Dios lo bendiga, maestro!!
EliminarProfesor Hugo, espero que todo se encuentre bien para usted, soy Alfredo García Eudave, mejor conocido con Eudave, estuve en la secundaria 131 de Tlalnepantla en el año 80, la clase de música era la mejor parte de mi educación académica, yo al igual que muchos de mis compañeros tuvimos acceso fácil a una flauta, aunque para mi se convirtió en una de mis mas fieles compañeras tanto que madre me mandaba a la azotea por tanto escándalo, obtuve tanta influencia de su parte que estuve a punto de dedicarme de lleno a la música, y aunque no fue así no la he dejado, actualmente estoy estudiando un taller de flauta transversal en la Universidad de Guadalajara, esta influencia ya paso a la siguiente generación, mi hija estudia Violoncello en esta universidad, vaya, que increíble es poder encontrarlo, agradezco haber conocido a una persona como usted.
EliminarApreciable maestro, mi nombre es Enrique Santillán Cisneros, yo soy quien escribió estás letras, le recuerdo con gran aprecio y cariño, jamás imaginé que Vd. diera lectura a este relato de mi vida. Usted no me dejara mentir y sabe que cada letra es cierta, yo solo quise comprar con el mundo lo maravilloso que fue tenerle en mi vida y que de alguna u otra forma hay hombres especiales que se ganan el nombre de maestro a pulso. Dios le bendiga en donde quiera que esté usteded. Si se pudiera le organizaria una reunión con sus alumnos, los que así lo deseen... Lo dejo sobre la mesa.
EliminarProfesor Hugo Pedro, me da gusto saber de usted. Fuí su alumno en la ESTIC 38. Todavía guardo con cariño sus apuntes de los 3 años que me enseñó. Aun recuerdo como leer por nota y toco la flauta como usted me enseñó. Actualmente estoy aprendiendo a tocar guitarra. Le mando un abrazo fuerte.
EliminarQueridisimo maestro, no sabe el gusto que me da saber de usted, yo también fui su alumna allá por los años 80s en la secundaria 131, y siempre recuerdo con mucha nostalgia y alegría las piezas con las que usted nos deleitaba en su piano. A pesar de que a mi no se me da la música, en sus clases aprendí a tocar muy bien la flauta, lo que refleja el excelente maestro que fue. Le mando un gran saludo
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ResponderEliminarHuguito si recuerdas Zalzburgo o mejor detente satán maldito. Me gustaría saludarte.
ResponderEliminarSaludos, yo también fui alumna en Secundaria del grandioso y talentoso Maestro Hugo Grassie Galvan, vi una nota del Periódico que el tocaba en el Conservatorio Nacional.
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