Tenía unos cinco años y jugar era la única obligación de
muchos como yo.
La obscuridad nos marcaba el momento en el cual la diversión
tenía que terminar pues no había alumbrado en las calles, así, una horda de
pequeñitos abandonaba sus juegos e ilusiones. callejeras y se iban a dormir
Llegue a casa corriendo y la cantidad de personas que en
ella había no me permitían acceder con facilidad, como pude me abrí paso entre
la muchedumbre y llegue hasta donde cuatro grandes cirios y muchas flores
rodeaban una caja de madera que reposaba en una base de metal. El llanto se
combinaba con el silencio de una manera espectral.
Sin comprender aun lo que sucedía me acerque con curiosidad
a esa caja, por más que me estiraba no alcanzaba a ver nada, mi tía Carmela se
percató de ello, me cargo al tiempo que me dijo;
- ¿Quieres ver a tu abuelito?
Mientras estaba en sus brazos vi a mi abuelito, (que en
realidad era mi bisabuelo) al verlo pensé que estaba dormido, traté de
estirarme para tocar su rostro y no pude, mi tía me dijo;
- Despídete.
Me acerco hacia él, bese su mejilla y eso fue todo.
Al otro día el aroma del café con canela y los cantos me
despertaron. Más personas llegaron a casa, para mí eso era un caos, no ubicaba
a mi mamá ni a mis hermanos, recuerdo que encontré a mi hermano menor Gerardo y
lo tomé de la mano.
En algún momento aquella muchedumbre comenzó a salir de
casa. En hombros, aquella caja de madera también.
Entre más llanto y cantos, sobre la tierra húmeda la
muchedumbre partió al camposanto.
A la lejanía los vi desaparecer.
A los 5 años no comprendía que era la muerte.
Era solo un niño.
Paso mucho tiempo para que yo comprendiera lo que en
realidad significa morir, así como también para que yo entendiera lo que en
realidad la vida es.
Siendo aún un niño algunas veces el insomnio hacia mi noche
eterna y horrenda, pensaba que si cerraba los ojos jamás los volvería a abrir,
algunas veces, de pronto tomaba conciencia de mi respiración y sentía una gran opresión
en mi pecho pues pensaba también que dejaría de respirar.
Noches eternas mirando el techo con zozobra y la idea de
morir fue una parte muy obscura de mi niñez.
Aquel horror nocturno fue algo muy difícil de superar, la
idea de morir fue algo con lo que tuve que aprender a "VIVIR".
Más tarde la muerte se hizo común y empecé a ver partir a mi
familia, tíos, abuelos, amigos cercanos, primos y más recientemente mi Madre.
Cada ser querido es un dolor diferente.
Lo que comienza termina, es una ley que no se puede
negociar.
Todo lo que nace tiene que morir.
Puede durar un segundo, un minuto, una hora, un día o cien
años.
El final siempre es el mismo.
Hoy pienso en vivir con intensidad cada segundo de mi vida,
cada que pensaba en mi muerte una pequeña parte de mi moría.
Hoy me gusta cerrar mis ojos y me concentro en mi respiración,
esa acción automática de la que solo de vez en cuando nos acordamos, me gusta
suspirar y sentir como el aire llena mis pulmones, es increíble sentir como el
aire sale de mi cuerpo, he llegado a sentir como late mi corazón y pienso como
la sangre recorre mis venas. Me gusta extasiarme mirando mi entorno y observo a
otros seres humanos.
La vida es demasiado corta que algunas veces no nos da
tiempo de vivirla, así que no desperdiciare un segundo que nunca volverá en
rencor, ira ni desamor.
Las personas mueren solo cuando las olvidamos.
Todos mis seres queridos por siempre vivirán en mi
memoria...