miércoles, 26 de octubre de 2011

Los ojos del alma.

Nada es verdad y nada es mentira, todo depende del cristal con que se mira.

Así  reza el dicho popular que hace alusión a la manera de ver las cosas  ya sea de forma positiva o negativa. Todo es  de acuerdo a como percibimos  el entorno  ó como hemos vivido, es así que nos hacemos una visón de lo que es la vida.  Observamos violencia, guerras, hambre ó fortuna, prosperidad y armonía. Como dije al principio todo depende del cristal con que se mira, sin embargo…

¿Cómo “ve” las cosas un ciego?

El calor de la tarde inunda el andén de transbordo del sistema de transporte colectivo “metro”. Un rio de personas se mueve impresionantemente hacia una misma dirección. Yo, como si fuera el hermano mayor, siempre viajo al final del contingente, así,  siempre  me doy cuenta  si  algo raro  esta sucediendo.  A unos diez metros de mi, observo que  las personas hacen un hueco, como si evitaran un bache. La experiencia me dice, agua en el piso ó vomito.

Al llegar súbitamente me detuve y  un joven se estrello literalmente en mi espalda pues es enorme la cantidad de gente que desea moverse. Es un momento caótico pues todos quieren salir rapidísimo.

Nunca imagine ver fue a una persona que no se podía levantar y mas aun, que nadie le ayudara. Debó aclarar que antes de llegar, cuando menos unas 150 personas pasaron junto a el y nadie, ab-so-lu-ta-men-te nadie le extendió la mano a aquel infortunado hombre.

Las personas seguían pasado, pues así como llega un convoy del metro, cada tres minutos, llega el otro. Yo  creo que esa es la razón por la que el rio humano se mueve con tanta rapidez.

 “Camarón  que se duerme se lo lleva la corriente” o como quien dice, si te caes, haber quien te levanta.

El hombre, en el suelo, estaba como un bebe gateando. Con sus manos buscaba “algo”. En ese instante me di cuenta de que era un ciego y que buscaba su bastón.
Vi un gran trozo metálico , corrí hacia el y lo levante...
--¡Señor aquí esta su bastón!—Lleve mi mano derecha  a la suya y le ayude a levantarse.
--¡Gracias joven! – Contesto al mismo tiempo que dibujo  una sonrisa en su rostro – ¡muchas gracias!--
--¿hacia donde se dirige?--
--voy al transbordo de Garibaldi con dirección a constitución de 1917--
--yo voy para allá, si gusta le acompaño--
-- pues muchísimas gracias—
Le ofrecí mi hombro izquierdo, puso su mano sobre el, doblo y guardo su bastón mientras comenzamos a caminar.
--¿Ya de regreso de la chamba?—inicio mi acompañante la conversación.
--No, lo que pasa es que voy a la estación “salto del agua”, como me dedico a la reparación de teléfonos celulares voy por unas refacciones--
--¡ah que interesante!--
--¿y usted?— Pregunte con gran interés, pues nunca antes me había hecho este cuestionamiento; ¿Qué hace un invidente, solo, en hora pico en el metro?
--vengo del trabajo y--
--¡empiezan escalones!— interrumpí nuestra conversación, pues cuando caminas con un  invidente, el confía  100% en ti, entonces tienes que describir todo lo que va sucediendo en el camino, escalones, banquetas, subidas y bajadas etc.

 Muy amable, como te decía, vengo del trabajo y voy por mi esposa, también es invidente.  Ella trabaja en una clínica de la columna, yo canto en los vagones del metro, comienzo desde temprano, yo canto en el metro desde que lo inauguraron, allá por el año1969. Me acuerdo que de pronto, cuando sentía, ya tenia dos policías encima. Me llevaban a la delegación, esa, esa no era la bronca, el problema era cuando me soltaban, no sabia donde estaba y eso me llenaba de rabia, recientemente había vivido los sucesos del  68 y me sentía muy frustrado. Sentía coraje hacia los policías, suspiro hondamente y continuo, viva en un edificio de Tlaltelolco con otros 3 compañeros también ciegos. Recuerdo que yo era muy un joven. Aquella noche del miercoles  2 de octubre de  1968, despues de una manifestacion estudiantil,  escuchamos tronidos, al principio pensamos que eran  cohetes, pero al escuchar detenidamente, oímos  gritos y  lamentos. Sabíamos que algo no estaba bien. Fueron horas de incertidumbre. De pronto, escuchamos como a patadas reventaron la puerta de nuestro humilde departamento, mis tres amigos y yo (todos invidentes) estábamos sentados en la mesa y nos sobresaltamos, aquellos  que irrumpieron en  nuestro hogar en la obsciridad  nos comenzaron a patear  y a golpear salvajemente por unos minutos hasta que uno de los hombres grito.
--¡Comandante, comandante son ciegos!--
--¡Cállate pendejo, ya me di cuenta!-- En ese instante nos dejaron de pegar.
 ¡llévatelos a la plaza como a los demás!
Desde un cuarto piso nos bajaron a golpes. Nos aventaron por las escaleras, sufrimos mucha desesperación de no podernos levantar  y cuando lo intentábamos nos empujaban, nos pegaban. Esos recuerdos aun me llenan de incertidumbre y rabia. Cuando terminaron las escaleras a empujones  llegamos a la plaza y se escuchaban más balazos combinados con gritos de desesperación. El olor a sangre era muy perceptible. Yo creo que ese es el olor de la muerte. Mis compañeros y yo nos abrasamos por que escuchamos...

 --¡Ahora si ya se los cargo la chingada!--

Unos disparos, unos lamentos y mas sangre, pero ahora entre nosotros.

Caímos todos abrazados, yo sentí un golpe en un brazo, un calor intenso, sin embargo jamás perdí el conocimiento. Por  miedo trate de no moverme y no hacer ruido. Por un momento pensé que mis compañeros hacían lo mismo.

 Conforme pasaron las horas, los balazos cesaron.

 Los  gritos y lamentos anunciaron el nuevo día.

 Las horas transcurrieron lentamente.Con un dolor intenso en mi brazo grite a mis compañeros, pero fue inútil. Todos habían muerto instantáneamente.  Trataba de levantarme y solo sentía sangre sobre sus cuerpos. Cuerpos fríos y sangre. Trate de levantarme y  resbale muchas veces, aun así logre ponerme en pie...

Desde entonces cada vez que me caigo no dejo de pensar en eso. Se que cada vez que caiga me he de levantar. Pocas veces encuentro una mano amiga, ya me acostumbre y soy positivo. Se que siempre he de salir adelante y que cada día es un regalo pues aun estoy vivo. A pesar de haber tanta gente a mí alrededor,  a veces me siento muy solo. El hecho de que yo no las vea, no quiere decir que no estén.  Los que si ven, nunca me ven, me ignoran. Ellos si que están ciegos. Ellos no valoran el regalo que Dios les dio...

Hubo unos segundos de gran silencio al ternino de su relato, yo tenia seca la boca por lo que habia escuchado

Me quede mudo, atónito, perplejo.

Después de saber como había vivido ese ser humano me hizo sentir afortunado pues mi vida literalmente comparada con la suya era vivir sobre nubes de colores.

--Bueno, yo aquí me bajo, quizás en otra ocasión nos “veamos”-- Le dije con un nudo en la garganta.
-- Que le vaya bien, y si, “Ya vera que, pronto, nos volveros a ver”—  Me dijo con una gran sonrisa en su rostro.

Baje del vagón sin dejar de observar a ese hombre. Creo que tendría 60 años. Era muy delgado, tenia zapatos tipo industrial, jeans, camisa de algodón a cuadros y un suéter café.  Muy bien peinado hacia atrás con gel, por supuesto lentes negros, la cabeza siempre en alto y “la mirada al frente”.
Tenia varias cicatrices en el rostro, pienso que eran  navajazos, por un momento pensé, que, tal vez, en mas alguna ocasión le intentaron asaltar y tuvo que defender su vida, pues en verdad eran varias las marcas en su faz.

Entonces pensé en las cicatrices del alma. Las que no se ven, pero son las que mas duelen.

¿Cuanto dolor es capaz de soportar el ser humano? ¿No es suficiente con estar ciego como para todavía sufrir más?

¿Cuándo nos volvimos insensibles ante el dolor ajeno? ¿Por que a veces escuchamos que en “x” lugar encontraron 40 muertos y no sentimos el más mínimo asombro?

Se que no se extraña lo que no se tiene y que no valoramos lo que tenemos, hasta que lo perdemos.

Hoy “veo” las cosas de otra forma.

 Aprendí  que los ojos del alma nos pueden dar un panorama muy distinto de lo que en realidad podemos apreciar.

 Nada es verdad y nada es mentira, todo depende del cristal con que se mira.

Hay personas que aun viendo les gusta vivir en la obscuridad...

Yo por mi cuenta, veo la vida, simplemente, maravillosa.