martes, 19 de septiembre de 2017

1985 7:19 ¿El ultimo temblor?

Desde que tengo uso de razón amanecía caminando de la mano de mi abuelita Teodora por las calles de La Merced.
Después de comprar las mercancías y ponerlas en una camioneta teníamos un ritual qué consistía en ir a desayunar. Mi abuelita y yo disfrutábamos mucho desayunar con un hombre que le decían el chino, el era un señor regordete, güero,  con grandes chinos y de estatura media. Su negocio estaba en la privada de General Anaya esquina con circunvalación, allí en esa esquina al pie de un edificio tenía sus cazuelas todas ellas con comida, además en un brasero una gran olla con café y en un comal freía tamales.
Aquella mañana del 19 de septiembre de 1985 estábamos desayunando como siempre, todos los que allí estábamos sentimos algo similar a un fuerte mareo sin saberlo, un temblor dio inició. Mi abuelita con gran incertidumbre tomo mi mano, asustados retrocedimos hacia atrás, las aglomeraciones eran muy visibles, los autos ya se habían detenido, la avenida estaba llena (de personas y autos) de pronto ese mareo se detuvo y comenzó otro movimiento muy extraño como si al suelo le estuvieran pegando, era una vibración que sólo se puede describir como cuando una piedra entra violentamente al agua y todo brinca, se cayeron las cazuelas con la comida, se volteó el brasero con el aceite y se empezó a escuchar cómo se crujía el edificio, juntos de la mano mi abuelita y yo corrimos tratando de ponernos a salvo, de hecho el caos era general todos querían ponerse a salvo.
En la esquina de General Anaya y circunvalación había una tienda de zapatos, la Canadá, ahí dimos vuelta en medio del caos pues ese movimiento trepidatorio aún no cesaba, allí en medio de la calle había muchos hombres que transportaban las mercancías, así pues toda la gente se amontonó mientras la vibración no cesaba, empezamos a ver cómo se desmoronaron por completo muchos edificios, como pasa en las películas con trama apocalíptica, la nube de polvo nos envolvió a todos y se volvió muy difícil respirar, de pronto sentí como mi abuelita se iba un hoyo, lo que pasó fue que se abrió una gran grieta a mitad de la calle, yo alcancé a brincar y la logre esquivar, pero ella y muchos más se fueron hacia dentro, todo era caos y gritos, con tanto polvo no se podía ver nada y aunque ya había dejado de temblar el caos apenas comenzaría.
Mi abuelita me gritaba y para ser sinceros yo también le gritaba ella, me limpié los ojos, pues tenía mucha tierra en ellos, me asomé al gran agujero y entre tanta gente pude distinguir a mi abuelita abajo de un diablo, una especia de carretilla metálica muy grande usada para mover mercancía, me estire lo más que pude y la jalé, al hacerlo, obviamente se raspó mucho su cara pero logré sacarla de allí, cuando estuvo afuera vi que mucha sangre emanaba de su cabeza y escurría por obviamente su cara, con desesperación ella me dijo; 
-- Vamos por el chino, vamos a ver si está el chino.
Caminamos hacia Circunvalación y regresamos a la privada de General Anaya, que relativamente estaba a unos metros, pero por tanto polvo no se veía nada, al llegar ahí ya no estaba el edificio, se había desmoronado, con horror vimos que ya no había nada.
En toda la Avenida Circunvalación la circulación de vehículos estaba detenida, el polvo y los escombros por todos lados era lo único que se distinguía. Acompañados de la mano del caos comenzamos a caminar hacia Mixcalco para tratar de llegar a la terminal de camiones en San Lázaro, allí abordábamos el autobús que usualmente nos traía de vuelta a casa.  Al llegar a Mixcalco supimos que había desmoronado un edificio  donde había  muchas señoras que se dedicaban a la costura y confección ropa, ellas estaban encerradas, no tuvieron la menor oportunidad de escapar, sin embargo, había mucha gente viva adentro en medio de los escombros, se escuchaban sus gritos y lamentos era desgarrador como pedían ayuda, nunca lo olvidaré, a pesar que había muchas personas ahí tratando de ayudar todo era inútil, eran toneladas de escombros, eran toneladas de dolor.
No había paso hacia dónde abordaríamos nuestro autobús y caminamos en dirección hacia el eje central, por todo el camino se escuchaban lamentos y había mucho polvo, como pudimos llegamos a el Zócalo, alcé, mi vista y mire  la magna bandera, esta,  no se movía, como si supiera del dolor humano que en esos momentos México  vivía, seguimos caminando y llegamos a la torre latinoamericana, allí el panorama era peor pues una nube de polvo gigantesca y más densa cubría todo.
 No habían pasado ni 60 minutos y todo era destrucción.
 Inmóviles sobre el eje central nos desorientamos por unos instantes, al reconocer nuestro camino avanzamos lentamente.
 Siempre mi abuelita era la que me guiaba, ese día por el caos ahora era yo quien casi la jalaba.
 Transitando de frente sabía que pasaríamos por Garibaldi y llegaríamos a Tlaltelolco, durante esa caminata los minutos fueron eternos. Pasó mucho tiempo pero al fin llegamos a esos conjuntos habitacionales, a lo lejos distinguí que también había otra gran nube de polvo y faltaba un edificio, sé que mi abuelita también se dio cuenta;
 “Veníamos demasiado impactados y por alguna razón ya no hablábamos entre nosotros.”
Las ambulancias, patrullas y sirenas se escuchaban por todos lados, los gritos y los lamentos es algo que jamás olvidaré...
Llegamos a nuestro destino como a las 3 de la tarde.
Durante las horas de la tarde comenzó una gran labor de todos los mexicanos, a pesar de que toda la información transcurrió por todas las estaciones radio pues la televisión se vio gravemente afectada, la gente se organizó rápidamente, taxistas, la clase trabajadora, amas de casa niños, jóvenes, ancianos, es decir todo México se unió, en solo  unas horas se gesto una cara desconocida por el mundo, una faceta que hoy nos caracteriza, ese día a las 7.19 a.m. nació en el corazón de cada mexicano la SOLIDARIDAD.
Las filas de personas con botes que querían mover escombros, los hombres que se despedían de sus familias y se trasladaban al D.F. con una pala o quizás un pico, los dueños de camiones de volteo haciendo fila para transportar escombros, las abuelitas que llevaban tortas y café a los trabajadores, los hombres que sin saberlo trascenderían con el nombre de “Topos”, tantas cosas que vi y que hoy al recordarlas a pesar de tantas décadas aun  me hacen estremecer de dolor, esas escenas están vivas en mi mente y hacen que mis ojos se nublen con lagrimas de nostalgia
Desinteresadamente  ante el dolor ajeno simplemente  se olvido la indiferencia, se  olvidaron las clases sociales, no había ricos, no había pobres, no había día, ni había noche, solo había Mexicanos tomados de la mano y unidos entre sí.
Los mexicanos con todo el amor más puro y limpio de nuestros corazones  dimos otro significado a la palabra;
“SOLIDARIDAD”
Sé que los daños materiales resultaron incalculables, las pérdidas humanas fueron demasiadas y el dolor aun es infinito.
También sé que verdaderamente hubo milagros, pues rescataron de los escombros  a unos niños recién nacidos muchos días después del terremoto.
A partir de entonces, ante cualquier desastre,  los mexicanos desinteresadamente nos tomamos de la mano, de inmediato activamos la "SOLIDARIDAD".
Desde ese día los mexicanos sabemos que si estamos unidos podemos lograr CUALQUIER COSA.
Los mexicanos sabemos que algunas veces el dolor es muy grande, pero nosotros somos más.
Hoy  mundo sabe que si hay un hermano caído, los mexicanos le vamos a ofrecer ayuda para continuar, continuar juntos, mano a mano, hombro con hombro para así poder siempre salir adelante.
A partir de ese día, 19 de Septiembre de 1985 a las 7:19 am. Los mexicanos somos solidarios.
Tiempo después la cultura antidesastre de la mano de la tecnología dio paso a una “Alarma sísmica” un sonido que en teoría nos alerta y nos da 60 segundos para ponernos a salvo.
Sé que este no fue el último temblor que he de vivir, pero, pase lo que pase, los mexicanos siempre estaremos de pie, estaremos siempre listos para demostrar, una vez más,  nuestra SOLIDARIDAD.

Hay algo que algunas veces no me deja dormir, algo me dice que en cualquier momento volverá a temblar.