viernes, 4 de octubre de 2019

Mi abuelito



Tenía unos cinco años y jugar era la única obligación de muchos como yo.
La obscuridad nos marcaba el momento en el cual la diversión tenía que terminar pues no había alumbrado en las calles, así, una horda de pequeñitos abandonaba sus juegos e ilusiones. callejeras y se iban a dormir
Llegue a casa corriendo y la cantidad de personas que en ella había no me permitían acceder con facilidad, como pude me abrí paso entre la muchedumbre y llegue hasta donde cuatro grandes cirios y muchas flores rodeaban una caja de madera que reposaba en una base de metal. El llanto se combinaba con el silencio de una manera espectral.
Sin comprender aun lo que sucedía me acerque con curiosidad a esa caja, por más que me estiraba no alcanzaba a ver nada, mi tía Carmela se percató de ello, me cargo al tiempo que me dijo;
- ¿Quieres ver a tu abuelito?
Mientras estaba en sus brazos vi a mi abuelito, (que en realidad era mi bisabuelo) al verlo pensé que estaba dormido, traté de estirarme para tocar su rostro y no pude, mi tía me dijo;
- Despídete.
Me acerco hacia él, bese su mejilla y eso fue todo.
Al otro día el aroma del café con canela y los cantos me despertaron. Más personas llegaron a casa, para mí eso era un caos, no ubicaba a mi mamá ni a mis hermanos, recuerdo que encontré a mi hermano menor Gerardo y lo tomé de la mano.
En algún momento aquella muchedumbre comenzó a salir de casa. En hombros, aquella caja de madera también.
Entre más llanto y cantos, sobre la tierra húmeda la muchedumbre partió al camposanto.
A la lejanía los vi desaparecer.
A los 5 años no comprendía que era la muerte.
Era solo un niño.
Paso mucho tiempo para que yo comprendiera lo que en realidad significa morir, así como también para que yo entendiera lo que en realidad la vida es.
Siendo aún un niño algunas veces el insomnio hacia mi noche eterna y horrenda, pensaba que si cerraba los ojos jamás los volvería a abrir, algunas veces, de pronto tomaba conciencia de mi respiración y sentía una gran opresión en mi pecho pues pensaba también que dejaría de respirar.
Noches eternas mirando el techo con zozobra y la idea de morir fue una parte muy obscura de mi niñez.
Aquel horror nocturno fue algo muy difícil de superar, la idea de morir fue algo con lo que tuve que aprender a "VIVIR".
Más tarde la muerte se hizo común y empecé a ver partir a mi familia, tíos, abuelos, amigos cercanos, primos y más recientemente mi Madre.
Cada ser querido es un dolor diferente.
Lo que comienza termina, es una ley que no se puede negociar.

Todo lo que nace tiene que morir.

Puede durar un segundo, un minuto, una hora, un día o cien años.

El final siempre es el mismo.
Hoy pienso en vivir con intensidad cada segundo de mi vida, cada que pensaba en mi muerte una pequeña parte de mi moría.
Hoy me gusta cerrar mis ojos y me concentro en mi respiración, esa acción automática de la que solo de vez en cuando nos acordamos, me gusta suspirar y sentir como el aire llena mis pulmones, es increíble sentir como el aire sale de mi cuerpo, he llegado a sentir como late mi corazón y pienso como la sangre recorre mis venas. Me gusta extasiarme mirando mi entorno y observo a otros seres humanos.
La vida es demasiado corta que algunas veces no nos da tiempo de vivirla, así que no desperdiciare un segundo que nunca volverá en rencor, ira ni desamor.
Las personas mueren solo cuando las olvidamos.
Todos mis seres queridos por siempre vivirán en mi memoria...

"Mi bisabuelo Don Silvano López fue un hombre muy alto y delgado, media 1.90 mts. siempre vestía overol de mezclilla y casi toda su vida fue comerciante, para ser sinceros él es la razón de que 4 generaciones de familia fuéramos comerciantes, era muy alegre y tenía mucha pasión por vender. Cuando falleció dicen que tenía más de 100 años pues antes no había registros tan certeros como los hay hoy."