miércoles, 27 de noviembre de 2013

El callejón de los recuerdos.


Los gatos  saben que tienen siete vidas. Quizás, creo yo,  esa sea la razón por la que son tan atrevidos y  astutos. Este minino en particular por las noches se le pude ver  en su callejón.  La obscuridad es su cómplice.  De regreso a casa tengo que atravesar sus dominios.  Son aproximadamente las 11 de la noche, yo camino por la banqueta y el por el tejado.

Al cruzar ese solitario callejón siempre me da nostalgia, quizás esa sea la razón por la cual ese minino me tiene preocupado.
¿Qué hay allí? ¿Por qué siempre ese gato esta solitario?
Últimamente lo he notado diferente, lo he notado preocupado. Se nota que esta triste. Se nota distraído y olvidado.

Hoy como siempre a las 11 de la noche pase por ese callejón y vi al gato en la banqueta recostado.  Estaba como dormido, pero respiraba agitado. Me acerque y  lo tome en mis brazos, acariciar su pelaje pardo es algo que nunca había experimentado. Algo vi en su mirada, no sé...

¿Los gatos sienten también tristeza? ¿Los gatos se sienten abandonados?

Pensé más en mí, que en ese pequeño felino solitario…
En aquel callejón obscuro sentados sobre la banqueta, mientras acariciaba su cuerpo, comencé a platicar con ese minino…


Recordé tiempo atrás cuando un diagnostico medico me puso desesperado, sin trabajo fijo, con gastos saturados, pagos de la escuela de mis hijos, agua luz, renta… y encima enfermo, ahora tendría que gastar en estudios, doctores, quizás hospitalización… unas lagrimas por mi rostro rodaron...  Aquel minino abrió al máximo sus ojos… yo solo seguí llorando. Unos maullidos muy fuertes me sacaron de aquella profunda tristeza...
-- ¡Miauuùùùù!  ¡ Miiiààààùùùù!
Seque mis lágrimas y continúe platicando con ese amigo inesperado
 --¿Sabes?-- Le dije mientras miraba esos ojos negros como la noche – “El momento más obscuro es antes del amanecer y Dios siempre estuvo a mi lado, a pesar de días y días de tragos amargos, hoy todo quedo en el ayer, todo sucede porque tiene que suceder, Dios nunca se equivoca,  y tarde o temprano todo será  parte del baúl de los recuerdos… todo habrá de suceder.
El gato se levanto, me miro fijamente, yo, me puse de pie, así,  en la obscuridad de ese cajetón nos despedimos.  El como buen felino de un brinco regreso a su tejado. Yo simplemente retome mi camino.

Cada vez que por las noches atravieso ese callejón de los recuerdos  siento alegría, pues el minino siempre camina a mi lado.

Sé que un día el tiempo me dirá “hasta aquí has llegado”
Sé que los gatos tienen siete vidas o al menos eso nos han enseñado.

Eso le envidio a los gatos, aunque solitarios, siempre salen triunfantes… de no ser así, no estaría ese minino todas las noches en aquel tejado.

Ahora entiendo, no es que los gatos sean solitarios, lo que pasa es que son reyes y dueños de su tejado.

Ese minino jamás por la vida será derrotado.

Siempre será amo y señor del callejón de los recuerdos.

Todos en el corazón llevamos un felino arraigado, quizás no tengamos 7 vidas,  pero tenemos la oportunidad  de re-hacernos, de corregir nuestra vida, de amar a alguien, tenemos el derecho  de enderezar el camino y lo más importante, creo yo, es que podemos alzar los  brazos al cielo y decir…

 “Gracias Dios mío por caminar siempre a mi lado”