Sábado 10.30
pm.
Después de
cobijar a sus hijos, Suly se dirige a su habitación. Abre la puerta y enciende
la luz. Se acerca a la ventana y mira al horizonte. La noche es lluviosa. Eso le inquieta. Sabe que Fernando, su esposo, oficial de
transito, tendrá hoy una jornada difícil…
2.30 a.m.
Un auto a
gran velocidad va sobre la avenida. El joven conductor no se percata del cambio
de luz del semáforo. A unos 250 metros mas adelante otro vehículo se dispone a
dar marcha pues la luz verde así se lo indica…
El encuentro
es inevitable. Alcohol, juventud e irresponsabilidad y una noche lluviosa serán los ingredientes
de un trágico final.
La tormenta
será el único testigo de ese “accidente”
Tras el
impacto los dos coches quedan casi destruidos.
Fernando,
solitario, a bordo de su “unidad” como de costumbre, realiza un patrullaje de
“rutina” cuando escucha por la radio;
--Atención a todas las unidades tenemos una colisión vehicular en la Av. Mario colín esquina Dr. Gustavo Baz, cambio, quien me copia, 10-4.
-- Central, aquí 32-velez, estoy a 5 minutos, 10-4.
-- Correcto 32-velez, se trata de un “19” entre dos vehículos compactos, uno de ellos esta sobre el camellón y el otro en carriles centrales, por favor asista y realice abanderamiento de rutina mientras llegan los servicios de emergencia, ya fueron avisados ambulancias y grúas, 10-4.
-- Así lo hare central, 10-4.
-- Tenga cuidado 32-velez, pues el reporte meteorológico indica que continuara el mal tiempo, 10-4.
De inmediato,
Fernando, encendió los códigos de su unidad, así como la sirena. A toda velocidad se dirigió al lugar de los
hechos.
Cuando
llego al lugar del percance rápidamente con su patrulla “cerró” media avenida,
pues de no hacerlo, por la poca visibilidad otro vehículo podría hacer
mas grande el problema.
Gritos de
desesperación llegaron a sus oídos.
En un
vehículo venían cuatro jóvenes visiblemente alcoholizados, en el otro, una
mujer y dos niños. No pudo evitar pensar en su esposa Suly y sus dos hijos Alan
y Eduardo. Corrió a ese auto, pues a pesar de la lluvia tan pertinaz el motor
comenzaba a incendiarse. Con desesperación trato de abrir la puerta...
–
¡Señor, señor, por favor ayúdenos, salve a mis hijos!
Imploro la
mujer al uniformado, este, hacia todo lo
posible por abrir esa puerta, pero con todos esos fierros retorcidos no seria
una tarea fácil. El humo y las llamas se hicieron más grandes. Una mujer
gritaba mientras, Fernando desesperado con todas sus fuerzas jalaba aquella
portezuela, se sentía impotente. Un hombre apareció de la nada y comenzó a
ayudar. Con los rostros empapados solo se miraron a los ojos y se agradecieron
mutuamente asintiendo afirmativamente.
Por fin la
portezuela cedió… con mucho cuidado bajaron a la mujer. A unos metros la
recostaron sobre el pasto
– ¡Mis
hijos, por favor, mis hijos!—suplicaba desesperada.
Fernando
indico a su “compañero” que se quedara con la mujer y que tratara de
tranquilizarla, mientras, el traería a los niños. El fuego avanzaba
rápidamente y el olor a gasolina era cada vez más fuerte. Sumamente alterado se
metió al vehículo y destrabo el cinturón de seguridad que sujetaba a un niño de
unos 16 años – ¡Que bueno que usaron el cinturón! – pensó el oficial al
momento de cargarlo en sus brazos pues el niño estaba inconsciente. Su
madre lo abrazo con mucho nerviosismo. Solo faltaba un menor de doce años. El
auto ya estaba completamente en llamas. Era imposible tratar de acercarse a más
de tres metros.
El calor del
fuego casi quemaba el rostro de Fernando.
Un
grito desgarrador del niño, surgió dentro del auto… el recuerdo de tener un hijo casi de la
misma edad fue suficiente…
La adrenalina llego al máximo límite.
Sin dudarlo, el “oficial de transito” esta noche lluviosa, visitara el infierno.
Sin dudarlo, el “oficial de transito” esta noche lluviosa, visitara el infierno.
Fernando
cruzo la barrera del fuego y entro por el infante. Le tomo por los hombros y lo
llevo junto a su madre.
El auto continúo
consumiéndose.
La
lluvia arrecio. Un trueno ilumino aquella escena. A lo lejos se escucharon las
“sirenas” de los servicios médicos de emergencia…
Un "servidor publico" se dio un
respiro bajo la tormenta en la obscuridad de la noche...
Una sirena
abruptamente interrumpió el sueño de Suly, esta, le saco de una pesadilla de la
cual no recuerda nada. Con sudor en la frente y la respiración agitada pensó en
Fernando, allí, recostada, en la soledad de su habitación – ¡Cuídalo
Dios mío, por favor, cuídalo!—mientras el sonido de esa sirena se hiso mas
fuerte.
Se levanto y
bajo las escaleras. Dirijo sus pasos a
la cocina. Prepara un café y enciende un
cigarrillo. Observa el reloj. Son las
6.00 a.m. De pronto, su mente recuerda esa pesadilla que hace unos
momentos le hiciera sufrir…
Suly
recuerda que estaba en un centro comercial, momentáneamente descendió de su
camioneta, e indico a su pequeño Alan;
– ¡Quédate aquí, no tardo, por tu seguridad cerrare ventanas y
seguros, por favor, no te muevas ni trates de salirte! — Le suplico a su hijo.
Cuando Suly
regreso, llamo su atención ver una gran cantidad de personas
alrededor de la camioneta, esta, tenia un vidrio roto…
--¿Señora,
este vehículo es suyo? —Le pregunto un policía mientras le impedía continuar con su
camino.
-¡Si, si!— Contesto con nerviosismo.
--Lo siento pero su hijo murió de asfixia, tuvimos que romper un vidrio… fue demasiado tarde… lo siento.
-¡Si, si!— Contesto con nerviosismo.
--Lo siento pero su hijo murió de asfixia, tuvimos que romper un vidrio… fue demasiado tarde… lo siento.
--¡Noooooooooo!
July cayó de
rodillas, con gritos desesperados imploraba al cielo por el alma de su hijo…
Tras beber
un poco de café y dar una gran fumada al cigarrillo, Suly seca unas lágrimas en
sus mejillas y lanza un gran suspiro…
--¡Fue un
sueño, solo un sueño!
El llanto de
su hijo Alan que venia bajando las escaleras, llamo su atención. El niño corrió
directamente a los brazos de su madre.
--¡Cálmate
Alan, cálmate! ¡Ya paso, ya paso! ¿Tuviste un mal sueño?
-- ¡Sñif, Sñif! ¡Si mamaaa! ¡Buuuú! ¡Si mama!
--¿Que soñaste amor? ¡Dime! —Le dijo amorosamente Suly mientras lo sentó en sus piernas y secaba sus lágrimas.
--¡Sñif, sñif, soñé que, que, te ibas y me dejabas encerrado en la camioneta y rompía las ventanas porqué me estaba ahogando! ¡No me quiero morir! ¡No me dejes morir mamaaa!
-- ¡Sñif, Sñif! ¡Si mamaaa! ¡Buuuú! ¡Si mama!
--¿Que soñaste amor? ¡Dime! —Le dijo amorosamente Suly mientras lo sentó en sus piernas y secaba sus lágrimas.
--¡Sñif, sñif, soñé que, que, te ibas y me dejabas encerrado en la camioneta y rompía las ventanas porqué me estaba ahogando! ¡No me quiero morir! ¡No me dejes morir mamaaa!
Suly se
quedo fría, no supo que decir.
¿Puede una
madre y su hijo soñar casi lo mismo al mismo tiempo?
¿Por que
cuando un hijo sufre aun estando lejos, su madre sufre también? ¿Existe el
sexto sentido?
Solo una medre conoce esa respuesta.
Solo una medre conoce esa respuesta.
Lo cierto es
que existe un vínculo entre ambos, un día fue el cordón umbilical, hoy es una cadena de apego invisible e
imposible de romper.
Suly adora a
sus hijos, sabe que no es una excelente madre, sabe que tiene algunas fallas,
pues no hay un manual para ser madre o padre, pero los ama con toda el alma.
Entiende que
los hijos son prestados y que un día se irán de su lado.
Suly y
Fernando se esfuerzan al máximo por educar a ese par de niños que Dios puso
en sus manos.
Ser padres
no es una tarea fácil, pero, si se hace con amor bien vale la pena realizarla.
A Fernando
no le importa arriesgar a veces su vida, pues, con amor lleva el sustento a su hogar.
A Suly,
no le importan desvelos o esfuerzo
alguno, siempre dará todo por sus hijos.
Suly y
Fernando. Un hombre y una mujer, que quizás no sean perfectos, pero el
día que se casaron hicieron una promesa de amor...
“Caminar
siempre juntos de la mano y hacer de este un mundo mejor”
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