jueves, 8 de diciembre de 2011

Un hombre y una mujer.

Sábado 10.30 pm. 

Después de cobijar a sus hijos, Suly se dirige a su habitación. Abre la puerta y enciende la luz. Se acerca a la ventana y mira al horizonte. La noche es lluviosa.  Eso le inquieta.  Sabe que Fernando, su esposo, oficial de transito, tendrá hoy una jornada difícil…

2.30 a.m.

Un auto a gran velocidad va sobre la avenida. El joven conductor no se percata del cambio de luz del semáforo. A unos 250 metros mas adelante otro vehículo se dispone a dar marcha pues la luz verde así se lo indica… 

El encuentro es inevitable. Alcohol, juventud e irresponsabilidad  y una noche lluviosa serán los ingredientes de un trágico final.

La tormenta será el único testigo de ese “accidente”

Tras el impacto los dos coches quedan casi destruidos.
Fernando, solitario, a bordo de su “unidad” como de costumbre, realiza un patrullaje de “rutina” cuando escucha  por la radio;

--Atención a todas las unidades tenemos una colisión vehicular en la Av. Mario colín  esquina Dr. Gustavo Baz, cambio, quien me copia, 10-4.
-- Central, aquí 32-velez, estoy a 5 minutos, 10-4.
-- Correcto 32-velez, se trata de un “19” entre dos vehículos compactos, uno de ellos esta sobre el camellón y el otro en carriles centrales, por favor asista y realice abanderamiento de rutina mientras llegan los servicios de emergencia, ya fueron avisados ambulancias y grúas, 10-4.
-- Así lo hare central, 10-4.
-- Tenga cuidado 32-velez, pues el reporte meteorológico indica que continuara el mal tiempo, 10-4.


De inmediato, Fernando, encendió los códigos de su unidad, así como la sirena.  A toda velocidad se dirigió al lugar de los hechos. 

 Cuando llego al lugar del percance rápidamente con su patrulla “cerró” media avenida, pues de no hacerlo,  por la poca visibilidad otro vehículo podría hacer mas grande el problema.

Gritos de desesperación llegaron a sus oídos. 

En un vehículo venían cuatro jóvenes visiblemente alcoholizados, en el otro, una mujer y dos niños. No pudo evitar pensar en su esposa Suly y sus dos hijos Alan y Eduardo. Corrió a ese auto, pues a pesar de la lluvia tan pertinaz el motor comenzaba a incendiarse. Con desesperación trato de abrir la puerta...

 – ¡Señor, señor, por favor ayúdenos, salve a mis hijos!

Imploro la mujer al uniformado, este,  hacia todo lo posible por abrir esa puerta, pero con todos esos fierros retorcidos no seria una tarea fácil. El  humo y las llamas se hicieron más grandes. Una mujer gritaba mientras, Fernando desesperado con todas sus fuerzas jalaba aquella portezuela, se sentía impotente. Un hombre apareció de la nada y comenzó a ayudar. Con los rostros empapados solo se miraron a los ojos y se agradecieron mutuamente asintiendo afirmativamente.  

Por fin la portezuela cedió… con mucho cuidado bajaron a la mujer. A unos metros la recostaron sobre el pasto

 – ¡Mis hijos, por favor, mis hijos!—suplicaba desesperada.
Fernando indico a su “compañero” que se quedara con la mujer y que tratara de tranquilizarla, mientras, el traería a los niños. El  fuego avanzaba rápidamente y el olor a gasolina era cada vez más fuerte. Sumamente alterado se metió al vehículo y destrabo el cinturón de seguridad que sujetaba a un niño de unos 16 años  – ¡Que bueno que usaron el cinturón! – pensó el oficial al momento de cargarlo en sus brazos pues el niño estaba  inconsciente. Su madre lo abrazo con mucho nerviosismo. Solo faltaba un menor de doce años. El auto ya estaba completamente en llamas. Era imposible tratar de acercarse a más de tres metros. 

El calor del fuego casi quemaba el rostro de Fernando.

Un  grito desgarrador del niño, surgió dentro del auto…  el  recuerdo de tener un hijo casi de la misma edad fue suficiente…
 La adrenalina llego al máximo límite.

Sin dudarlo, el “oficial de transito” esta noche lluviosa, visitara el infierno.

Fernando cruzo la barrera del fuego y entro por el infante. Le tomo por los hombros y lo llevo junto a su madre.
El auto continúo consumiéndose.

 La lluvia arrecio. Un trueno ilumino aquella escena. A lo lejos se escucharon las “sirenas” de los servicios  médicos de emergencia…
 Un "servidor publico" se dio un respiro bajo la tormenta en la obscuridad de la noche...

Una sirena abruptamente interrumpió el sueño de Suly, esta, le saco de una pesadilla de la cual no recuerda nada. Con sudor en la frente y la respiración agitada pensó en Fernando, allí, recostada, en la soledad de su habitación – ¡Cuídalo Dios mío, por favor, cuídalo!—mientras el sonido de esa sirena se hiso mas fuerte.

Se levanto y bajo las escaleras.  Dirijo sus pasos a la cocina.  Prepara un café y enciende un cigarrillo. Observa el reloj.  Son las 6.00 a.m.  De pronto, su mente recuerda esa pesadilla que hace unos momentos le hiciera sufrir…

Suly recuerda que estaba en un centro comercial,  momentáneamente descendió de su camioneta,  e indico a su pequeño Alan;
 – ¡Quédate aquí, no  tardo, por tu seguridad cerrare ventanas y seguros, por favor, no te muevas ni trates de salirte! — Le suplico a su hijo.

Cuando Suly regreso,  llamo su  atención ver una gran cantidad de personas alrededor de la camioneta,  esta,  tenia un vidrio roto…
--¿Señora, este vehículo es suyo? —Le pregunto un policía  mientras le impedía continuar con su camino.
-¡Si, si!— Contesto con nerviosismo.
--Lo siento pero su hijo murió de asfixia, tuvimos que romper un  vidrio… fue demasiado tarde…  lo siento.
--¡Noooooooooo!
July cayó de rodillas, con gritos desesperados imploraba al cielo por el alma de su hijo…

Tras beber un poco de café y dar una gran fumada al cigarrillo, Suly seca unas lágrimas en sus mejillas y lanza un gran suspiro…
--¡Fue un sueño, solo un sueño!

El llanto de su hijo Alan que venia bajando las escaleras, llamo su atención. El niño corrió directamente a los brazos de su madre.
--¡Cálmate Alan, cálmate! ¡Ya paso, ya paso! ¿Tuviste un mal sueño?
-- ¡Sñif, Sñif!  ¡Si mamaaa! ¡Buuuú! ¡Si mama!
--¿Que soñaste amor? ¡Dime! —Le dijo amorosamente Suly mientras lo sentó en sus piernas y secaba sus lágrimas.
--¡Sñif, sñif, soñé que, que, te ibas y me dejabas encerrado en la camioneta y rompía las ventanas porqué me estaba ahogando! ¡No me quiero morir! ¡No me dejes morir mamaaa!
Suly se quedo fría, no supo que decir.

¿Puede una madre y su hijo soñar casi lo mismo al mismo tiempo? 
¿Por que cuando un hijo sufre aun estando lejos, su madre sufre también? ¿Existe el sexto sentido?


Solo una medre conoce esa respuesta.


Lo cierto es que existe un vínculo entre ambos,   un día fue el cordón umbilical,  hoy es una cadena de apego invisible  e imposible de romper.


Suly adora a sus hijos, sabe que no es una excelente madre, sabe que tiene algunas fallas, pues no hay un manual para ser madre o padre, pero los ama con toda el alma.

Entiende que los hijos son prestados y que un día se irán de su lado.
Suly y Fernando  se esfuerzan al máximo por educar a ese par de niños que Dios puso en sus manos.

Ser padres no es una tarea fácil, pero, si se hace con amor bien vale la pena realizarla.

A Fernando no le importa arriesgar a veces su vida,  pues,  con amor lleva el sustento a su hogar.
 A Suly,  no le importan desvelos o esfuerzo alguno, siempre dará todo por sus hijos.

Suly y Fernando. Un hombre y una mujer, que quizás no sean perfectos, pero  el día que se casaron hicieron una promesa de amor...

“Caminar siempre juntos de la mano y hacer de este un mundo mejor”




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