martes, 12 de julio de 2011

Ángeles entre nosotros.



La rutina hace que todos los días nos parezcan iguales, esta, nos encierra y dejamos de apreciar todo cuanto nos rodea. Por alguna razón se nos olvida algo tan importante como el milagro de la vida.


Por razones de trabajo, tengo que estar yendo constantemente al distrito federal, específicamente al centro de la ciudad de México. Lo más sencillo es viajar en el tren suburbano, así, en 7 minutos estoy en Buenavista. También hay que hacer  uso del metro, un transbordo de estación y listo. La  verdad es que disfruto mucho hacer esto.

Se que a muchos les fastidia la muchedumbre, el calor, los empujones, pero a mi no me incomoda en lo mas mínimo. Abrirme paso entre grandes concentraciones humanas es mi especialidad.  Creo que ese es el punto, me gusta  estar cerca de otro ser humano, esto, me hace sentir mas vivo.

Disfruto  ver  a las personas a los ojos, brindarles una sonrisa, aunque la mayoría de las veces las personas se voltean o simplemente me ignoran.

Una cosa que siempre hago es ver que tipo de zapatos usa la gente, pues esto dice mucho de su persona. 

Los estudio meticulosamente, observo sus manos, las uñas, como es su peinado, en fin, cada detalle.  Así me doy una idea de su personalidad y de la probable vida que lleva cada individuo.

Una vez, vi un señor de unos 50 años de edad, moreno, sumamente delgado, usaba un short de mezclilla que parecía tener un mes que no se lo cambiaba, botas vaqueras, calcetas de las “chivas”, una camiseta blanca de algún grupo de rock, cabello y barba al estilo Marco Antonio Solís “el buki”, solo que con orzuela y un olor  a rayos. Tras observarlo un rato me hice esta pregunta ¿Por que las personas tienen miedo a cambiar, pero no les da pena seguir así?

En este constante ir y venir he visto de todo, personas extravagantes, nacimientos en la calle, balaceras, asaltos, intentos de suicidio, explosiones, muertes, temblores, choques, desnudos, pero nunca había visto algo así…

Eran las 15.30 pm aproximadamente, a esta hora el tren suburbano sale con pocas personas de Buenavista. Yo siempre viajo en el primer vagón, tome asiento del lado izquierdo, así el sol estaría a mi espalda,  como acostumbro dormir un poco, el suave calor de la tarde cobijaría mi cuerpo y arrullaría mi corto viaje. 

Frente a mi está una fila de cuatro asientos, estos, resultan muy incómodos pues las cuatro personas quedan sentadas frente a frente y fingen no mirarse entre si, pero todo el tiempo lo hacen, así que sin tener sueño disimulan estar dormidos y de reojo se van observando todo el tiempo.

 En esa sección quedaba un asiento disponible, este, fue ocupado por una mujer de unos 25 años de edad, traía unos tenis blancos de tela, noté  que los había cosido varias veces, pues los hilos de las costuras eran de diferentes colores, supe que recientemente se habían roto una vez mas, por que solo le dio tiempo de pegarlos con cinta. Vestía un pants rosa casi en las mismas condiciones que los tenis, debó aclarar que a pesar de estar muy usadas las prendas, estas, estaban limpias. El cabello lo traía bien peinado y sus uñas, aunque sin pintar, lucían bien.

En sus brazos cargaba un bebe de unos tres meses de edad, este,  traía ropa muy ligera y solo lo cubría una sabana casi transparente de tanto que a sido lavada.

Tras obsérvala unos segundos, vi un gran pesar en su rostro, fue cuando me di cuenta que traía un pequeño cilindro de oxigeno, estos, son de aluminio, miden como unos 60cms y traen una base que tiene ruedas y no pesan mas de unos cinco kilos, así entonces, con facilidad lo acomodo entre sus piernas.

Pasaron unos 30 segundos largos, muy largos, un gran silencio nos cubrió y así en silencio, el tren dio inicio su marcha.

 La mujer suspiro hondamente, cerro sus ojos y puso su mano derecha en la frente, enseguida cerro con fuerza su puño y lo llevo a su boca, abrió sus ojos, soplo con fuerza, como queriendo liberar  todos los problemas que traía en su interior.

Un mal presentimiento llego a mi mente. Rápidamente comprendí que el oxigeno era para el bebe. Una tristeza profunda invadió mi ser. Sin ser medico, era claro que si el bebe necesitaba oxigeno, era por que  tenia dificultad para respirar, entonces sufría de asma o enfisema pulmonar. Que difícil y mas para un niño de tres meses.

De pronto la pesadilla se hizo realidad. El niño empezó a manotear  desesperadamente y la cobijita fue a parar al suelo. La mujer, sobresaltada, busco en su bolsa con desesperación, rápidamente saco una manguera transparenté que con nerviosismo conecto al tanquecito, al mismo tiempo que su bolsa caía al suelo al igual que sus pocas pertenecías, mientras, el bebe no dejaba de agitar sus manitas, pues la vida se le estaba escapando.

Todo sucedió rápidamente, mientras los allí presentes, mirábamos con impotencia lamentando no poder hacer nada.

Cuando estuvo conectada la manguera, rápidamente la mujer puso el oxigeno en el pequeñísimo rostro del niño, en un instante, escuchamos un gran suspiro y un leve llanto.

Como sea, el bebe estaba respirando nuevamente… y nosotros también.

El niño se aferro a las manos de su madre, como agradeciendo estar vivo otra vez. Todos tragamos saliva y recobramos la calma.

 Particularmente sentí mucha angustia pues como todo ser humano no soy ajeno al dolor. Ver como se le escapa la vida a un niño, hizo que comenzara a dar gracias  a Dios lo afortunado que soy.

Quise hacer un espacio en mi mente y elevar una plegaria por esa alma que visiblemente sufría…

 De pronto, un hombre apareció de la nada, puso una rodilla en el suelo, tomo la cobijita, cubrió al niño y le dijo a su madre…

--¿Me permitiría hacer una oración por su hijo?—

La madre de este asintió afirmativamente con su cabeza, aquel hombre se postro de rodillas extendió sus brazos al cielo, con una voz suave y tersa pero decidida y firme comenzó a orar…

“Gracias te doy padre mío, por que al fin encontré a tu hijo que vivía en la obscuridad, permíteme guiarlo de vuelta a la vida y a la salud”…

Bajo los brazos, junto sus manos y las puso sobre el niño y continúo...

“Tu me enviaste a hacer estas cosas y este es el momento de hacerlas, para que los que están aquí presentes sean testigos de tu infinito poder y nunca se olviden de que estas entre nosotros”…

En ese instante sus manos y su cabeza fueron iluminadas por una deslumbrante luz blanca, así, elevo el tono de su voz y continuo…

”En este momento sean sanados tus pulmones, así como todo tu cuerpo y que tu mente olvide todo sufrimiento, en el nombre del padre, del hijo y del espíritu santo que así sea”…

Ahora puso una mano en su corazón y otra en la frente de la mujer y dijo…

”Que la paz sea en tú vida, que la tranquilidad llegue a todos tus días, cuida y guía esta vida que Dios esta poniendo en tus manos, nunca olvides que además de Dios, somos miles y miles los que siempre estaremos a tú lado…de eso no te quede la menor  duda… lo se por que el me envía…

Se levanto dio la media vuelta y lo vi desparecer.

En ese momento me di cuenta que, los que presenciaron esto, tenían los ojos cerrados, la cabeza baja y estaban llorando, de hecho yo también.

Esto transcurrió, entre la estación fortuna y Tlalnepantla. Al llegar a mi destino hombres y mujeres aun continuaban sollozando, yo estaba impactado.

Caminando hacia la salida, a cada paso que daba, no podía olvidar lo que había visto.  Se que nunca lo olvidare. Hoy mas que nunca estoy convencido de que Dios y sus ángeles están entre nosotros.

Los ángeles, para mi, son seres que han de cuidarnos y protegernos. Tal vez  todo el tiempo los vemos y nunca nos damos cuenta. Ellos hacen posible que, esté, sea un mundo maravilloso.  Por algún motivo nos empeñamos en destruirnos, en dañarnos mutuamente y dejamos de sorprendernos con el milagro de la vida.

Alguna vez viví un accidente de consideración, afortunadamente salí adelante, sin secuelas ni daños permanentes, hoy disfruto de cabal salud, no tomo ningún medicamento, tengo una vista excelente, fuerza y corpulencia, lo que quiero decir, es que, en general  estoy sano. Sin la ayuda de Dios y los ángeles no estaría aquí.

Se que el momento mas obscuro es antes del amanecer.

 Dios y los ángeles siempre estarán aquí entre nosotros.

Así ha sido, así es y así será…

Por los siglos de siglos.


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