2 de noviembre.
En la tranquilidad de mi hogar escribo esta reflexión para compartirla con alguien allá afuera, pues se que mientras estemos vivos, alguien la leerá.
A lo largo de mis cuarenta y tantos años, muchas veces he vivido ese momento tan triste y desgarrador que es la muerte. He visto morir a mis abuelos, he visto partir a muchos de mis tíos, me ha tocado llevar en hombros y depositar en su última morada a algunos de mis primos que yo quería y amaba como solo se quiere a un hermano, he visto la tristeza infinita de un par de padres abrazados, que, al echar el primer puño de tierra le dicen a su hijo:
--Adiós
y hasta siempre.--
Recuerdo que abrazaba yo a mi amigo y le pedí permiso de decir algunas palabras de adiós, esté, me lo permitió, trague saliva y recuerdo que dije algo así;
“Gracias a todos ustedes por acompañar a la familia “X” (por respeto omito el nombre) en estos momentos de dolor, hoy se va para siempre un padre, se va un amigo, se va un esposo, se va un hombre grande, un hombre que con su ejemplo supo siempre estar a nuestro lado, un ser humano que con sus actos nos inculco el valor de la vida, se va un hombre que con firmeza llevo de la mano a una familia, se va n amigo incondicional que siempre estuvo allí para darnos de su compañía.
Gracias amigo.
Gracias, compañero.
Gracias padre mío.
Sé que hoy descansaras por fin en los brazos del creador, hoy llorare lagrimas de dolor pues mientras viva jamas volveré a ver el brillo tus ojos.
Desde hoy y para siempre vivirás en el cielo como las estrellas.
Hoy cuando anochezca, limpiare mis lágrimas y tratare de buscarte en el firmamento.
Adiós y hasta siempre… (Dije su nombre completo).
Pedí algunos aplausos, mismos que se prolongaron más de lo esperado. Agradecí la presencia de las personas y amigos al mismo tiempo que les invite a pasar una a la casa de mi amigo, pues se realizaría una comida para agradecer las atenciones…
Un día nacemos, un día morimos.
La vida es tan corta que apenas nos da tiempo de vivirla:
Entonces...
¿Por qué la
desperdiciamos?
Al morir, un hombre deja la mujer que le acompaño toda la vida, una mujer deja al hombre que siempre le tomo de la mano, un hijo deja a sus padres, un amigo se va para siempre...
Cada segundo cuenta y hay que vivir en intensidad, hay que vivir sin miedo, sin temor, hay que vivir sin rencores, hay que aprender a ser libre, hay que sembrar buenas semillas para que un día seamos recordados por los arboles que dejamos en nuestro bosque.
Creo que ese el verdadero sentido de la vida.
Simplemente hay que dejar huella, es decir, dejar un camino para que quien despues lo recorra nunca encuentre espinas.
Hay que dejar en ese camino manantiales, refugios, dejar amigos que con tan solo decir que a mí me conocieron, estos, les extiendan la mano y les otorguen una cálida sonrisa que les brinde confianza.
Esa es nuestra misión en la vida.
Amar, respetar y dejar solida huella.
El orgullo y la vanidad salen más caros que el hambre y la sed.
Por cierto, de todos los que conozco y han partido, jamás he visitado sus sepulcros y jamás lo hare, pues, se que las personas solo mueren solo cuando se les olvida, y todos, todos, ellos aquí viven aquí en mi mente, aquí en mi corazón, por siempre vivirán hasta que mi corazón de su ultimo latido, todos ellos aquí estarán.
Cuando sea mí tiempo, tambien moriré, "El Escritor aficionado" dejara de existir, ese día, en mi ultima morada, se que alguien me despedirá con unas últimas palabras.
Le pido al creador, que ese día sea en algún sueño, que sea rápido y sin dolor.
Reposare al fin en los brazos del creador, al fin conoceré su rostro, se que acariciara mi cabeza, le preguntare su verdadero nombre y al fin me reuniré con aquellos que un día ame.
“En memoria de tod@s aquellos que ya están en algún lugar del cielo”
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