El amenaza.
Un mercado
de abasto popular es bullicio las 24 horas, allí él es ambiente alegre e informal. Hombres y mujeres, ya sean dueños o
empleados son la cara de un negocio, es
decir, son el sello que les distingue. Cada local en particular resulta ser único en su género así pues cada cliente siempre tiene su puesto
preferido para realizar más a gusto sus compras.
Cada ser humano que allí trabaja deja su vida en el mercado y casi nunca se
conoce su nombre mayormente sólo se les conoce por su sobrenombre o apodo.
En el mercado hay alegría, solidaridad,
compañerismo y por alguna extraña razón el sobrenombre da estatus sobre los que no tienen uno,
no se trata de molestar ni de lo que hoy se le llama bullying, más bien es cuestión
de jerarquía, si no tienes apodo simplemente nunca exististe en el mercado.
Hay apodos que resultan obvios pues las
características físicas de las personas hacen
que les venga como anillo al dedo; el chita, el mil amores, el marciano,
el tarzan, el loco, el llora-mugre… Hay otros
sobrenombres de los cuales hay toda una historia de tras de sí.
Hoy quiero contar la historia de Jesús, un hombre
que en el mercado de Tlalnepantla se le conoce como:
“El amenaza”
Nació en el año de 1946 fue el quinto de una prole
de 8 hermanos, hijo de segunda generación de comerciantes del mercado, esa fue
la razón que siguiera los pasos de sus padres y se dedicara en cuerpo y alma a
trabajar allí.
En su juventud, en compañía de sus amigos, disfrutaba del esparcimiento
que da un gimnasio, así pues, además del levantamiento de pesas tomaban clases
de box y lucha grecorromana.
Jesús y sus amigos asistían a una arena de
box y lucha libre, que estaba a unas cuadras del mercado, después de una semana
de trabajo acudir a disfrutar de una función de lucha libre era relajante y des
estresante. En un programa clásico se podía
ver al Santo, al Cavernario, Mil mascaras, Blue demon, a Ray Mendoza y
muchas otras estrellas de la lucha libre mexicana y esto era toda una gran atracción.
Cuentan que
en una ocasión durante una función faltaron algunos luchadores, el promotor no
sabía qué hacer pues como siempre la función debe continuar. Él sabía que Jesús
y sus amigos entrenaban lucha grecorromana y box… la arena llena… las personas
en efervescencia y el compromiso por cumplir….
No tuvo más
opción que ofrecerles que lucharan
a cambio de una remuneración económica,
ellos aceptaron. A Jesús se le ocurrió luchar ataviado con una mascar roja. Una máscara roja y
sencilla que marcaria su vida, simplemente se le ocurrió que lo anunciaran
como:
“El amenaza roja”
Esa noche su debut fue un éxito así que el promotor
les ofreció una pequeña gira misma que aceptaron. Esa breve temporada culmino
con el que sería su apodo en el mercado y por el cual siempre será recordado.
Como comerciante, El amenaza siempre marcaba el
paso, se anticipaba y siempre tenía las
mejores mercancías y novedades.
Su familia siempre
era el modelo a seguir.
Durante mi niñez, recuerdo haber caminado con él, tomados de la mano, a donde
quiera que íbamos, todas las personas le saludaban…
---Amenaza buenos días.
--- Amenaza buenas tardes.
---Amenaza buenas noches.
Para ser sinceros no pasamos mucho tiempo juntos
sin embargo a su lado siempre me sentí
protegido, tranquilo y seguro.
En algún momento dedicó su vida a una actividad
absolutamente diferente:
La cocina.
No sé cómo ni cuándo aprendió a cocinar, el hecho
es que con algún dinero y mucho entusiasmo abrió un lugar donde vendía comida y
como siempre tuvo mucho éxito.
Su ímpetu y creatividad no tenían limite así que para saciar esa sed de crecer en 1980, se
inscribió en una escuela de gastronomía.
Recuerdo muy bien que se llama CAPIH (Centro de Capacitación Para la Industria Hotelera)
ese fue otro gran acierto en su vida. Esta
actividad le dio grandes logros, para él fue fácil con esta herramienta abrirse
paso en la vida, tocó puertas y supo colocarse en un lugar privilegiado; de
pronto estaba realizando banquetes y
cenas de gala para el H. Ayuntamiento de Tlalnepantla de Baz. Recuerdo que en una cena especial en
honor del embajador de Hungría sirvió platillos de su creación; Codorniz en su
nido, Cordon blue, y como plato especial con canapes formó la bandera de
Hungría. En algún momento el embajador solicito al chef para expresarle su
agradecimiento, El amenaza me tomo de
la mano, fuimos a su mesa y le felicito
ampliamente por su creatividad, talento, y desde luego por su amor a la familia…
Una tarde mientras se hacía limpieza en su negocio
de comida, de pronto, llegó un hombre, bajo el brazo traía un escrito del H. Ayuntamiento, preguntó
por el dueño, El amenaza se identificó, aquel hombre entregó un documento en el
cual, para un cierre de campaña política en Toluca le pedían 15,000 Lunches….
Cada lunch
debería ser así: dentro de una bolsa de plástico habría una torta, un huevo cocido, un jugo tetrapak,
una naranja y un dulce… El amenaza aceptó
el reto, solo tenía 12 horas para
entregar aquel enorme pedido. De pronto, muchas camionetas comenzaron a llegar con
la materia prima a utilizar: el pan, cajas de huevo, muchos costales de
naranjas, una cantidad impresionante de jamón, así como de todos los
ingredientes… Empezaron a llegar personas y las coordinó de una manera que
parecía una maquinaria perfecta, en fin, ese trabajo se entregó a tiempo.
Para él nunca hubo imposibles.
Hoy muchos años después, todo es diferente la vida
ha pasado y sus secuelas naturales son evidentes pues los años no pasan en vano.
Su andar es lento y sus movimientos son tan diferentes a los que un día vi.
Hoy sé que el
tiempo no perdona.
Yo soy un hombre maduro, soy padre de familia y
algún día alguno de mis hijos o nietos contará
y quizás escribirá mi historia, ellos me juzgarán por mis actos, ellos
serán mi juez.
En algún momento cada padre es juzgado por su dureza, por ser
implacable, por no tener corazón…
Algunas veces los hijos somos ingratos, no
reconocemos ni agradecemos al hombre que nos llevo de la mano y con su ejemplo
nos enseño a vivir.
Esta es la razón por la que cuento esta historia. Yo sé
que mi Padre tiene mucha sabiduría, cariño, comprensión, coraje y desde luego
mucho corazón.
Mi padre es El
amenaza.
El
Amenaza, como todo luchador sabe que la
lucha no termina hasta que la campana suena o se termia el último round.
Al mirar
sus ojos cansados veo determinación, veo ganas de vivir. Todos los días se
levanta temprano, sale a vender, se va a algún tianguis, se va a hacer lo que
mejor sabe hacer, “vender”. No tiene pensión alguna, hoy vive al día, sin embargo, él, como todo un hombre abraza
su destino y lo vive con DIGNIDAD Y ORGULLO,
Sé que mi Padre jamás se rendirá.
Sé que mi padre
se irá cuando en su lucha la última campana suene y la muerte se lo
lleve.
La tercera
caída aun está por iniciar.
El Amenaza
dejará su vida, su sabiduría y todo su amor en el ring de la vida.
Ojala un día yo también sea tan grande como Jesús Santillán López.
El Amenaza roja.
Mi padre.