Los gatos
saben que tienen siete vidas. Quizás, creo yo, esa sea la razón por la que son tan atrevidos
y astutos. Este minino en particular por
las noches se le pude ver en su
callejón. La obscuridad es su cómplice. De regreso a casa tengo que atravesar sus
dominios. Son aproximadamente las 11 de
la noche, yo camino por la banqueta y el por el tejado.
Al cruzar ese solitario callejón siempre me da
nostalgia, quizás esa sea la razón por la cual ese minino me tiene preocupado.
¿Qué hay allí? ¿Por qué siempre ese gato esta
solitario?
Últimamente lo he notado diferente, lo he
notado preocupado. Se nota que esta triste. Se nota distraído y olvidado.
Hoy como siempre a las 11 de la noche pase por
ese callejón y vi al gato en la banqueta recostado. Estaba como dormido, pero respiraba agitado.
Me acerque y lo tome en mis brazos,
acariciar su pelaje pardo es algo que nunca había experimentado. Algo vi en su
mirada, no sé...
¿Los gatos sienten también tristeza? ¿Los
gatos se sienten abandonados?
Pensé más en mí, que en ese pequeño felino
solitario…
En aquel callejón obscuro sentados sobre la
banqueta, mientras acariciaba
su cuerpo, comencé a platicar con ese minino…
Recordé tiempo atrás cuando un diagnostico
medico me puso desesperado, sin trabajo fijo, con gastos saturados, pagos de la
escuela de mis hijos, agua luz, renta… y encima enfermo, ahora tendría que
gastar en estudios, doctores, quizás hospitalización… unas lagrimas por mi
rostro rodaron... Aquel minino abrió al
máximo sus ojos… yo solo seguí llorando. Unos maullidos muy fuertes me sacaron
de aquella profunda tristeza...
-- ¡Miauuùùùù! ¡ Miiiààààùùùù!
Seque mis lágrimas
y continúe platicando con ese amigo inesperado
--¿Sabes?-- Le dije mientras miraba esos ojos
negros como la noche – “El momento más obscuro es antes del amanecer y Dios
siempre estuvo a mi lado, a pesar de días y días de tragos amargos, hoy todo
quedo en el ayer, todo sucede porque tiene que suceder, Dios nunca se
equivoca, y tarde o temprano todo
será parte del baúl de los recuerdos…
todo habrá de suceder.
El gato se
levanto, me miro fijamente, yo, me puse de pie, así, en la obscuridad de ese cajetón nos
despedimos. El como buen felino de un
brinco regreso a su tejado. Yo simplemente retome mi camino.
Cada vez que por
las noches atravieso ese callejón de los recuerdos siento alegría, pues el minino siempre camina
a mi lado.
Sé que un día el
tiempo me dirá “hasta aquí has llegado”
Sé que los gatos
tienen siete vidas o al menos eso nos han enseñado.
Eso le envidio a
los gatos, aunque solitarios, siempre salen triunfantes… de no ser así, no
estaría ese minino todas las noches en aquel tejado.
Ahora entiendo,
no es que los gatos sean solitarios, lo que pasa es que son reyes y dueños de
su tejado.
Ese minino jamás
por la vida será derrotado.
Siempre será amo
y señor del callejón de los recuerdos.
Todos en el
corazón llevamos un felino arraigado, quizás no tengamos 7 vidas, pero tenemos la oportunidad de re-hacernos, de corregir nuestra vida, de
amar a alguien, tenemos el derecho de
enderezar el camino y lo más importante, creo yo, es que podemos alzar los brazos al cielo y decir…
“Gracias Dios mío por caminar siempre a mi
lado”