martes, 28 de agosto de 2012

Mi amigo "Leo"


Por azares del destino, que un día contaré, antes de llegar a los cuarenta años me convertí en abuelo…

Fue una noche muy difícil para mi hija Karina.  En esos momentos  quisiéramos ser nosotros los que estuviéramos en el quirófano y no nuestros hijos. Algo salió mal. Una enfermera nos informo que a “el producto” se le fue  liquido amiótico a los pulmones, como consecuencia, “el producto” convulsiono al nacer y que muy probablemente tendría secuelas muy graves de locución y/o en el sistema motriz pues el cerebro dejo de recibir oxigeno por mucho tiempo y eso “mata muchas neuronas”, por el momento estaría en una incubadora  especial conectado a un respirador artificial esperando que sus pulmones se adaptaran. Lo reportaron muy grave con pronóstico reservado.

Las horas siguientes fueron muy tensas. Larga espera en esos pasillos de hospital, donde sentado en una silla incomoda el silencio se combina con el aroma de los medicamentos. Horas eternas. Enfermos deambulando, doctores corriendo. Desesperación, incertidumbre. Sangre y enfermedad.  Con la mirada perdida y las manos juntas, apretadas, en esos instantes suplicamos al todo poderoso misericordia por aquel que sufre, por aquel que lucha entre la vida y muerte.

Después de otra larga noche, mi hija estaba descansando en una camilla, ojerosa, sumamente pálida, el suero conectado a una vena en su brazo derecho no le permitía moverse mucho.  Al verla trate de sonreír, creo que no lo logre, le di un beso en su mejilla y acaricie su rostro, con una débil voz trato de decirme lo que ya sabíamos, mas sus lagrimas se lo impidieron.
 –Ahora no hija, ahora no, solo descansa-- Le dije mientras trague saliva.

Un doctor me indico que le acompañara, esté, me llevo por algunos pasillos, pasamos los cuneros, el área de incubadoras, cada vez nos alejábamos mas… algo  cimbro mi interior. Mientras caminábamos detenidamente el doctor me describió a detalle los posibles escenarios y el tipo de vida que tendría mi nieto (por alguna razón creía que yo era el papa).  

Por fin llegamos a una habitación grande, había muchas “incubadoras de especialidad”  todas vacías, en ese lugar estaba una con forma de cilindro de cristal, como de un metro de diámetro y unos dos metros de altura, en su interior estaba mi nieto en una especie de diván invertido,  el estaba boca abajo con los brazos  y  pies extendidos, en su nariz había unas diminutas mangueras que según me dijo el director era lo que le mantenía vivo pues aun le costaba trabajo respirar. Allí estaba yo contemplándolo. Lo vi luchar por vivir. Toque el cristal y en mi mente le dije:
--¡Anda muchacho tienes que vivir!—
Como única respuesta vi  su dorso que se agitaba rápidamente como si fura un caballo en loca carrera.
Sin dejar de mirarlo le pregunte al doctor;
--¿Cómo y cuando sabremos el verdadero daño y las consecuencias de esto? Dígame la verdad, al menos para estar preparados. —
--Bueno, ya que lo pregunta los daños a veces no son notorios al principio, será una larga espera… no se… si se adaptan sus pulmones, le podríamos dar de alta en 72 horas, de allí en adelante como le dije dependerá de la fortaleza del niño… habrá que realizarle algunos estudios, encefalograma, resonancia magnética, electrocardiograma entre otros…
Suspire hondamente, di la media vuelta y deje solo a mi nieto en esa habitación fría y solitaria. De todo corazón le desee éxito en su primera batalla en esta vida…

Los médicos le dieron de alta al séptimo día. 

Hoy  gracias a Dios Leonardo Daniel tiene 7 años. Tiene una salud envidiable. No sufrió secuela alguna.

Continuamente caminamos juntos de la mano, trato de describirle el mundo lo mas claro posible, siempre paciente y amable pues todo el mundo es nuevo para el, cuando una duda es despejada siempre queda en el una cara de asombro. Pasamos largos tiempos de convivencia sana y alegre. A veces disfrutamos de un helado o quizás abrazados vemos el televisor. Lo más importante es que somos grandes amigos, y por alguna razón nunca me dice “Abuelo”, simplemente me dice; “Quique” y yo le llamo “Amigo”. Se que en  tiene un gran amor por mi

Es ese afecto sincero y puro lo necesitare para mi verdadera vejez, es decir,  en esa época en que mi mente ya no será lucida, mis movimientos serán torpes y muy probablemente necesite una mano amiga a mi lado para caminar, para alimentarme…

Es común ver a los ancianos solos, abandonados, despreciados, prácticamente como un estorbo. ¿Por que?  Eso no lo se, tampoco se a ciencia cierta como será en realidad mi vejez.

 Un día somos niños, otro día ancianos.

Ser anciano es sinónimo de experiencia, sabiduría e inteligencia.

Espero  un día llega llegar a ser un gran anciano.

Ese día… caminare de la mano de mi amigo; Leonardo Daniel.

Por cierto, tengo otro nieto Axel Enrique, pero esa, esa es otra historia…




domingo, 5 de agosto de 2012

El destino se construye día a día...  paso a paso, solo hay que atreverse a poner el primer ladrillo, hay que animarse a dar el primer paso. 



Llego el momento en mi vida en que ya no me enfado.  Sé que no vale la pena. Observo, reflexiono y callo.